Juan Ramón
Jiménez
Retreta entre las Rosas
¡Farolas rojas de la retreta de estío,
entre los árboles nocturnos!
La quietud de las rosas se altera vagamente,
bajo el inmenso plenilunio.
En la suntuosidad de la sombra serena,
resuena el son marcial y agudo...
Los mágicos murmullos de la hora se apagan:
el grillo, la hoja, el agua, el musgo.
Hay una fiesta móvil de fuegos de colores,
en el cristal negro y profundo
del río inquieto, bello de barcos fantasmales,
sin marinos, cerrados, mudos.
Y entre el estruendo de tambores y clarines,
solloza un llanto vago y músico,
fagot adolescente y anegado, en la noche
tibia y romántica de julio.
Por los bosques distantes se despiertan los ecos,
y los rotos luceros húmedos
decoran, tristemente, con ojos ideales
el desfilar agrio y confuso...
La retreta se aleja... Tornan las rosas blancas
a perfumar el plenilunio...
Vienen, llenas de azul de ensueño y de deshora,
las vagas brisas de otros mundos...
***
La Amapola
¡Amapola, sangre de la tierra;
amapola, herida del sol;
boca de la primavera azul
amapola de mi corazón!
¡Cómo ries por la viña verde,
por el trigo, por la jara, por
la pradera del arroyo de oro;
amapola de mi
corazón!
¡Novia alegre de los labios granas;
mariposa de carmín en flor;
amapola, gala de la vida;
amapola de mi corazón!
***
La Flor Solitaria
No vienen en tu busca, pobre flor solitaria
-y sin embargo, eres más bella que la rosa
pregonadora, que la mano partidaria
del destino abrió altiva, visible y victoriosa-.
Oyes, solo, en tu olvido, la verdad de la fuente
que, cantándote amor, te vuelve sobre el cielo,
el verderón te cerca de un misterioso elocuente,
la mariposa para por tí, su blanco vuelo...
Y nadie sabe, flor, el encanto bendito
de tu soledad única, estasiada y divina,
cuando, auna brisa de oro, teñida de infinito,
el sol se va ocultando tras tu verde colina.
***
Amor
No has muerto, no.
Renaces,
con las rosas, en cada primavera.
Como la vida, tienes
tus hojas secas;
tienes tu nieve, como
la vida...
Mas tu tierra,
amor, está sembrada
de profundas promesas,
que han de cumplirse aun en el mismo
olvido.
¡En vano es que no quieras!
La brisa dulce torna, un día, al alma;
una noche de estrellas,
bajas, amor, a los sentidos,
casto como la vez primera.
¡Pues eres puro, eres
eterno! A tu presencia
vuelven por el azul, en blanco bando,
tiernas palomas que creíamos muertas...
Abres la sola flor con nuevas hojas...
Doras la inmortal luz con lenguas nuevas...
¡Eres eterno, amor,
como la primavera!
***